martes, 21 de mayo de 2013

El poder de nuestra percepción


Gotas chocaban inevitablemente aquí y allá, algunas con más violencia que otras, anunciando con cada plof! Plaf! el fin de sus destinos, sentencia inexorable de sus verticales vidas transitorias, sólo para terminar yéndose, perdidas en una corriente caótica, derecho por la boca de tormenta de la esquina. 
El  veloz y arítmico sonar de la lluvia fuera ahogaba el corazón de nuestra sombra del día con una sensación casi imperceptible de tristeza.
En el sentido opuesto del mortal viaje de las gotitas de lluvia fuera, el humo de un cigarrillo olvidado en un cenicero (que más bien parecía un cementerio indio cubierto de cenizas ) ovalado de bronce, frío y opaco, se elevaba en una perfecta  línea recta apurada en llegar hacia los confines nebulosos y grises del techo del bar.
Entre tanto y tanto, chorros de whiskey llenaban una medida en un vaso para ser condenados al mismo destino que las gotas de lluvia, con la diferencia que en lugar de terminar arremolinándose en las cloacas de la ciudad, iban a parar al estomago de él.
Todas las maravillas de la vida y la muerte están sujetas por sí mismas, como en un abrazo mortal, sosteniéndose por el soñar de las personas. En este caso la sombra de nuestro ensoñador cubría de lúgubres pensamientos toda la geometría de la lluvia y el humo, de las lágrimas y la tos, del amor y el olvido.

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